01 noviembre 2009

Debates ausentes



Recolonización. El campo ofrece una matriz de soluciones a la pobreza


Las dispares cifras de pobreza e indigencia generaron un nuevo debate en la superficie de los problemas, sin que se vislumbren propuestas superadoras. La prolongada disputa alrededor de la cuestión agropecuaria marginó una de las posibles soluciones a ese angustiante drama social. ¿No se hace necesario proponer una masiva colonización rural que resuelva la crítica situación que afecta a millones de argentinos?

Por Bernardo Veksler

Buenos Aires. Esta semana salieron a la luz las divergencias existentes en la evolución de los índices de pobreza, mientras el INDEC sostiene que hubo un descenso del 17,8 al 13,9 por ciento (un millón y medio de personas que dejaron de ser pobres), los analistas no oficiales consideran que en esa situación se encontraría alrededor del cuarenta por ciento de la población. Más allá de las dispares estadísticas, se hace necesario y urgente abrir un profundo debate sobre las perspectivas de nuestra sociedad en ese contexto y qué soluciones es posible barajar para intentar erradicar esa lamentable realidad.

En los últimos meses la polémica entre dirigentes del agro y el gobierno fue un tema casi excluyente en los medios de comunicación, pero ese debate central giró alrededor de las retenciones a las exportaciones y las situaciones dramáticas que aparentaban vivir los productores. Mientras ellos protestaban, cortaban rutas y hacían oír sus reclamos a viva voz, los millones de empobrecidos y marginados casi no manifestaban sus estados de ánimo, aunque tuvieran de lejos muchas más razones para hacerlo. Una verdadera paradoja de la Argentina de hoy.

En tanto, el tema de cómo las extensas superficies rurales argentinas podrían resolver la creciente marginación y pobreza de los habitantes del país no mereció ni una mínima parte de los profusos espacios utilizados para esa cuestión sectorial. Cuando se aludía a esa temática era sólo para fortalecer las posiciones de los participantes en la pulseada, pero nunca para ofrecer satisfacciones a las víctimas de las sucesivas crisis.

El reciente proceso electoral reafirmó la convicción de que existen temas que están ausentes de los debates y propuestas de los principales candidatos y funcionarios, y sugestivamente son los problemas cotidianos que afectan a millones de pobladores del país.

Entre las cuestiones destacadas que preocupan a los ciudadanos y ciudadanas están la inestabilidad económica, la calidad de vida, la pérdida de poder adquisitivo, la educación, la salud pública, la inseguridad, el transporte de pasajeros, etc. Por lo general, casi todos esos temas son tratados con la superficialidad de los que no lo padecen o se sienten lejanos de los sufrimientos de sus conciudadanos.

Más allá de los índices estadísticos, los síntomas de la creciente marginalidad social se palpan con contundencia en las calles de las principales ciudades argentinas: vendedores ambulantes, cartoneros, revolvedores de residuos, mendigos, familias e individuos sin techo, niños y jóvenes deambulando sin destino, consumo de adicciones destructivas que ganan terreno entre los sectores más vulnerables de la sociedad. En fin, multitudes de desesperados y desesperanzados que se hunden en una degradación sin fin. ¿A qué futuro podremos aspirar con estas evidencias de catástrofe social? ¿Los debates existentes las toman en cuentas? ¿Las vicisitudes de estos seres humanos entran en la agenda de los políticos y referentes sociales argentinos? ¿Las polarizadas polémicas de los últimos tiempos las ponen en consideración? ¿Los recursos del Estado están destinados a resolver esas angustiantes problemáticas? ¿Qué proyecciones se efectúan de estas calamidades presentes? Cualquier encuesta callejera asombraría por los altos índices de respuestas negativas que se lograrían ante estos interrogantes.

Ante las consecuencias de las sucesivas crisis económicas que se han padecido en los últimos años, los gobernantes acostumbran a responder con índices oficiales que pintan un cuadro poco compadecido con esa realidad. En tanto, los que sobreviven en esas precarias condiciones sufren la superficialidad de las políticas consumadas, las escasas respuestas ofrecidas y discursos con justificaciones que sólo alientan a la resignación.

CRECE LA PRECARIEDAD URBANA

Una de las cuestiones primarias a considerar son las condiciones de vida que ofrecen los conglomerados urbanos, donde se acumulan personas en condiciones de precariedad extrema.

La población en las trece villas de emergencia de la ciudad de Buenos Aires consignó un crecimiento del 77 por ciento en los 10 años transcurridos entre el censo de 1991 y el de 2001, llegando a la cifra de 93.000 habitantes. Según estimaciones no oficiales, viven actualmente en ellas más de 150.000 personas. Para dar una verdadera dimensión del problema debería incrementarse esa cifra con los ocupantes de inmuebles, los que viven en refugios y lugares de tránsito o directamente en la calle.

En la ciudad de Santa Fe, el Movimiento Los Sin Techo ha hecho un relevamiento y afirma que cada mes se instalan 30 nuevos ranchos, lo que significa unas 400 viviendas precarias nuevas por año. El informe añade que en 2000 esa organización había logrado erradicar completamente todos los ranchos de la ciudad, pero el avance de la pobreza y la falta de políticas sociales ha logrado llevar la existencia actual a más de tres mil viviendas precarias en ese ejido urbano.

El 10,8 por ciento de la Población Económicamente Activa (PEA) rosarina se encuentra desocupada, en el primer trimestre de 2009. Si a ese índice se le suma el 39 por ciento de los asalariados que se encuentra en estado de vulnerabilidad y los beneficiarios de los planes de empleo existentes, las personas con problemas de inserción en el mercado laboral alcanzan a 225.047 individuos. Esto implica el 37,4 por ciento de la PEA. Lo cierto es que alrededor del 40 por ciento de los rosarinos tienen problemas laborales y no cuentan con asignaciones familiares, ni descuentos jubilatorios y quedan fuera del armado de políticas sociales (Precariedad y pobreza. Informe de ATE Rosario, 23 de agosto de 2009).

En tanto, en Villa La Tela, la más grande y antigua de la ciudad de Córdoba, donde residen unas 2.500 familias, la mayoría de ellas percibe como único ingreso un plan social provincial o municipal. El sector no cuenta con servicios organizados de agua, luz ni cloacas. Las familias que habitan esta zona se encuentran en una situación de extrema vulnerabilidad social. Estos datos, que fueron proporcionados por la ONG Perspectiva Social, se refieren sólo a una de las 85 villas de la ciudad, que, por otro lado, viven situaciones similares. La inestabilidad y precariedad laboral prevalecen en estas comunidades, constituyendo el mercado informal de trabajo el ámbito más frecuente de desarrollo de las diferentes ocupaciones.

¿EXISTEN CAMINOS ALTERNATIVOS?

¿No sería razonable intentar revertir la tendencia al desenfrenado crecimiento urbano y que las ventajas naturales de la geografía argentina estén al servicio de resolver esas necesidades? ¿La disminución de la población de las ciudades no sería un aporte a la solución de los principales padecimientos que afectan a los grandes conglomerados urbanos?

Existe una paradoja que se puede advertir con una simple mirada: centros urbanos que cobijan a cada vez mayores contingentes de desesperados luchadores por la subsistencia y campos cada vez más despoblados, cuya tenencia se encuentra cada vez más monopolizada y al servicio de las grandes multinacionales exportadoras. ¿No sería un paso lógico comenzar a evaluar, debatir, diseñar y llevar a cabo algún plan que permita que el campo pueda dar cobijo a familias trabajadoras que estén dispuestas a iniciar una explotación agropecuaria cooperativa que les ofrezca una vida y un futuro digno?

La emergencia que estamos viviendo exige el diseño de soluciones creativas, y la recolonización del campo bien podría ser un camino para generar, aunque más no sea, las circunstancias para que humildes familias tengan la posibilidad de lograr la autosuficiencia con la dignidad de su trabajo y una mejora sustancial de sus condiciones de vida.

Si los gobernantes se propondrían resolver esta situación límite, seguramente encontrarían innumerables tierras que podrían ser utilizadas con ese fin. En los últimos meses, por ejemplo, un municipio del conurbano bonaerense obsequió a varios clubes de fútbol enormes superficies para erigir centros deportivos que no serán de usufructo público, ¿no hubiera sido mucho más razonable haberlos puesto al servicio de las urgentes necesidades humanas de trabajo y vivienda?

Si se realizaría una convocatoria a los habitantes urbanos que quieran emprender una explotación agrícola y si para ese fin se le cedería terreno, vivienda, herramientas e insumos, seguramente miles de familias estarían dispuestas a cambiar las desdichas urbanas por un emprendimiento productivo autónomo o cooperativo que le brinde una perspectiva vivificante a su proyecto de vida.

Si a esa voluntad de superación se le aportaría el asesoramiento del INTA y de las universidades, seguramente sería una garantía de erigir sólidas barreras que impidan el fracaso emprendedor.

¿No debería ser un tema prioritario el vuelco de recursos materiales y humanos del estado a diseñar colonias agrícolas, granjas colectivas y cooperativas que posibiliten canalizar estas voluntades?

Esta política de recolonización agraria debería complementarse con la redistribución de las tierras improductivas para que puedan estar en manos de quienes efectivamente quieran laborarlas, aumentando las posibilidades de que mayores contingentes de trabajadores precarizados o sin empleo puedan canalizar su fuerza productiva y proyectarse junto a sus familias. Complementariamente, además de consolidar las posibilidades de autosubsistencia, a mediano plazo podría aumentarse sensiblemente la producción agropecuaria y la preservación del medio ambiente urbano y rural.

Paralelamente, se debería alentar a quienes actualmente se desempeñan en actividades rurales a que permanezcan y puedan progresar en sus sitios de residencia. Si con el mismo criterio se promovería y se protegerían las reservas y tierras en poder de los pueblos originarios para convertirlos en unidades productivas eficientes, se estarían dando pasos avanzados hacia la dignificación humana y a cortar ese pernicioso circuito que visualiza a las ciudades como la única posibilidad de obtener un sustento.

También, se cortaría la dependencia de los planes sociales, que los condenan a perpetuar su situación, de miles de personas aptas para un desempeño productivo, se daría un duro golpe al clientelismo político que se aprovecha de esas calamidades y se presentaría una posibilidad concreta de ascenso social que atraiga a los jóvenes hacia un camino distinto al de vivir un presente desprovisto de perspectivas.

Si se concretara esta estratégica medida, se produciría la saludable consecuencia de reducir los contingentes de personas que ven como único destino el amontonarse en las grandes ciudades para sobrevivir, aunque tengan que hacerlo en las condiciones más extremas e infrahumanas que se haya podido imaginar.

La reducción de los conglomerados urbanos también operaría en la mejora de las condiciones de vida de los pobladores que persistan en el intento de residir en las ciudades. Al disminuir su población, mejoraría la seguridad y podrían generarse planes de reordenamiento urbano que optimicen el hábitat de las ciudades.

El estado deliberativo en que se encuentra la ciudadanía merecería que se le ofrezca temas de fondo para debatir, sobre todo cuando en ellos se encarna la posibilidad de vislumbrar la luz al final del túnel de una sociedad demasiado acosada por negros nubarrones.

Publicado por www.argenpress.com.ar 26/9/09

El drama de la inmigración africana a España



Cosecharás tu siembra


Europa sufre la consecuencia de un continente devastado por las multinacionales

“... Son pobres que no tienen nada de nada.
No entendí muy bien
si nada que vender o nada que perder,
pero por lo que parece
tiene usted alguna cosa que les pertenece.”

Joan Manuel Serrat

Por Bernardo Veksler (Desde Madrid).- La afluencia de inmigrantes africanos a España no deja de crecer, sólo en el último mes los que han pisado tierra hispana han superado con creces a los que lo hicieron durante todo 2005. Hasta el 29 de agosto pasado habían arribado a las islas Canarias 19035 inmigrantes africanos, un promedio diario de 656 personas. Son los que tienen éxito en su objetivo de alcanzar la ansiada “tierra de promisión”, decenas de miles de sus colegas transitan por puertos y playas buscando una oportunidad para saltar a Europa o quedan en el camino atravesando desiertos, devorados por las alimañas o engrosan las tumbas sin nombre de los náufragos.
En su comparencia en el Congreso de los Diputados el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, aseguró que 52757 personas fueron repatriadas con destino preferencial a Marruecos, Argelia, Malí, Nigeria, Senegal y Guinea Bissau. Informó también que la policía encargada de esos menesteres pasó de 1403 a 2239 efectivos y que los acuerdos con Marruecos frustraron el intento de alcanzar costas españolas de otros cuatro mil africanos.
En pocos meses la presión se trasladó de Ceuta y Melilla hacia Mauritania primero y a Senegal después. Donde, según una denuncia de las autoridades de la Comunidad Canaria, existen unas 15 mil embarcaciones (cayucos) dispuestas para emprender el cruce marítimo hacia el archipiélago.
Los reductos españoles del norte africano fueron acosados por miles de desesperados dispuestos a desafiar a los machetes y fusiles de las fuerzas represivas hispano marroquíes que cobraron víctimas sin compasión, a las púas cuchillo y cercas de seis metros de altura, con el objetivo de que un salto triunfal los depositara en territorio español.
Esta afluencia migratoria fue tolerada en primera instancia por el totalitarismo marroquí como una forma de chantajear a la Unión Europea. Una vez que obtuvieron las ansiadas prebendas se desató una salvaje persecución y se llegó a abandonar en el Sahara en el más cruel desamparo a cientos de frustrados inmigrantes, sin que se conmoviera la “sensibilidad” de los gobernantes europeos.
Así se van desplazando los improvisados puertos de partida sin que desaparezcan las verdaderas causas del fenómeno que crece a pasos agigantados: la formidable presión expulsiva de la sociedad africana que promueve las vías más patéticas y trágicas de huida.
Recorriendo miles de kilómetros hasta arribar a la costa trampolín; invirtiendo miles de euros de ahorro familiar; saltando cercas, muros o alambradas de púas; en frágiles pateras o cayucos; soportando tempestades, hambre y hacinamiento decenas de miles de jóvenes africanos se proponen vencer al sin futuro y a la muerte.
Repiten las anónimas peripecias de los primeros humanos que salieron de su cuna africana a poblar el mundo. A ellos los impulsaban también la búsqueda de mejores perspectivas, pero las causas eran muy distintas. Mientras esos hombres primitivos eran empujados por causas naturales, los emigrantes de hoy son motorizados por la paradójica conjunción de las enormes riquezas existentes y el inescrupuloso desenfreno que genera su apropiación.

Una negra historia

El primer vaciamiento a que fue sometido el continente fue el de sus hombres y mujeres para ser esclavizados. Millones de ellos fueron cazados como animales, transportados en sucias bodegas y condenados a ser mano de obra gratuita para el aprovisionamiento de materias primas americanas para la naciente industria. Con los recursos obtenidos en este infame negocio se construyó el gran ferrocarril inglés del Oeste y nacieron industrias como la fábrica de pizarras en Gales. El capital acumulado en el comercio de manufacturas, esclavos y azúcar hizo de fogonero de la Revolución Industrial.
Tiempo después, el reparto del mundo que procuraron las potencias europeas hicieron del continente africano un territorio de fecundo coloniaje. En 1879 se declaró al Congo como propiedad del rey de Bélgica a costa de una matanza de miles de africanos. A partir de entonces, casi no quedó territorio que no fuera colonia europea repitiendo similares derramamientos de sangre nativa.
La puja por apropiarse de sus abundantes riquezas fue persistente. Francia invadió Argelia, Túnez y Marruecos y se posesionó de Mauritania, Níger, Costa de Marfil y África Ecuatorial. Gran Bretaña se hizo de Egipto, Sudán, Kenia, Sierra Leona y Sudáfrica. Alemania de Camerún, África Oriental y del Sud Oeste Africano (dominios luego repartidos entre Francia y el Reino Unido). Italia se quedó con Libia, Eritrea y Somalia. Portugal con Angola, Mozambique y Guinea Bissau. España con parte de Marruecos, Sahara y Guinea.
La aspiradora capitalista no sólo extraía los cuantiosos recursos del continente sino que inducía a los conflictos étnicos para consolidar su hegemonía y expoliación, destruía las tradicionales economías autosuficientes y en su imposición de fronteras artificiales fraccionaba comunidades ancestrales. Así estallaron conflictos y hambrunas que asolaron como nunca a la región.
Madera, caucho, marfil, oro, diamantes, petróleo, gas, uranio fueron y son las principales riquezas que generaron contradictoriamente que millones de africanos sean condenados a la miseria más absoluta.
El proceso de liberación de las colonias desarrollado a mediados del siglo XX, a pesar del paso adelante que significó y de las expectativas populares que generó, no produjo cambios significativos en las condiciones de vida de la población, todo lo contrario. La expoliación de los recursos continuó ahora a través de los sutiles mecanismos de las relaciones comerciales internacionales, las inversiones de las multinacionales y los mecanismos crediticios de los organismos multilaterales.
En ese proceso se incorpora Estados Unidos al escenario africano con intenciones de también mojar el pan en el estofado. Los hidrocarburos son su principal interés y así lo afirma Walter Kansteiner –subsecretario de Estado para asuntos africanos- “El petróleo africano es de interés estratégico nacional para nosotros y lo será más aún en el futuro” (The Time, 29-7-02). Angola, Sudán y el Congo son los principales productores de petróleo, pero otros lugares del sufrido continente (Etiopía, Benín, Togo, Nigeria, Namibia) cuentan con importantes reservas que ratifican al funcionario norteamericano.
Estas incursiones europeas y norteamericanas provocan mayores roces entre los sectores de las burguesías nativas que se aferraban al Estado como única posibilidad de gozar de las migajas que dejan los capitales extranjeros, derivando en crueles enfrentamientos y prolongadas guerras civiles donde se cruzan alineamientos étnicos que incitan a rivalidades y matanzas. Costa de Marfil, Uganda, Congo, Nigeria, Etiopía (donde el descubrimiento de reservas petroleras produjo el desplazamiento forzoso de la etnia anuak ocasionando miles de muertos y refugiados) son algunos de los sitios mencionados esporádicamente en los medios de comunicación del mundo por los cruentos enfrentamientos fruto de “incomprensibles” guerras de exterminio.
A los enfrentamientos fraticidas le suceden sangrientas dictaduras que pretenden consolidarse en el poder barriendo a todo vestigio opositor. Otro factor que distorsiona más aún la caótica situación es la incursión de “fuerzas pacificadoras” que intervienen para proteger los intereses de las corporaciones empresarias y a sus aliados nativos.
Estos vínculos e intereses creados engendran una corrupción generalizada en todas las esferas del poder que no sólo prosperan con los porcentajes que generosamente aportaban las corporaciones empresarias sino que también se apropian de las cuantiosas ayudas humanitarias enviadas por organismos vinculados a las Naciones Unidas, por gobiernos europeos y ONG`s.

Se llenó de pobres el recibidor

Los escuálidos debates que se desarrollan en Europa ante la magnitud del drama africano eluden las profundas causas del fenómeno migratorio mencionadas más arriba. El viejo continente tuvo una directa responsabilidad y protagonismo con la prácticamente tierra arrasada en que quedó convertida África. Durante siglos los africanos aportaron su sangre, sus recursos y su labor como ofrenda a la prosperidad de Occidente. Los gobernantes europeos y norteamericanos pactaron y alentaron a obsecuentes dictadores y políticos corruptos con el objeto de acallar rebeldías y aplastar a los dirigentes comprometidos con las causas populares. Poco importó la moralidad y el respeto por los derechos humanos mientras las arcas de sus ganancias estuvieran bien abastecidas.
Es tan contundente el desastre provocado que se llega a mencionar un Plan Marshall de parte de las autoridades de la Unión Europea, un Plan África de parte del gobierno español y hasta el primer ministro británico Tony Blair tuvo una súbita inquietud por ayudar a los africanos que contó con un no menos asombroso apoyo de George Bush.
Más allá de estos fuegos de artificio, que evidencian la necesidad de recurrir a alguna argumentación más solvente que la del garrote, las fuerzas desatadas no dejan de ejercer presión sobre las fronteras y como un poderoso torrente que desactiva los obstáculos que se erigen en su camino y encuentra nuevas vías para persistir en el intento.
Quienes se deciden a emprender semejante periplo dejan por un lado a una sociedad que no les ofrece expectativas de progreso y realización, pero también generan un vaciamiento de los mejores exponentes, los más capacitados y emprendedores dificultando las posibilidades de un desarrollo futuro.
Se disponen a acceder a los suburbios de la prosperidad, convertirse en vendedores ambulantes en las ciudades españolas, trabajadores golondrina o clandestinos jornaleros a bajo costo; vivir en hacinados departamentos, en tiendas de campaña o en refugios colectivos. A pesar de esta degradante realidad que los acoge constituye una mejor opción que las que ofrecen las miserables condiciones de vida de sus lugares de origen.
Al menos pisando tierra europea tienen la posibilidad de soñar con un futuro mejor.
1/9/2006.

Publicado en www.argenpress.coma.r el 5-9-2006

El debate por la memoria histórica

Heridas que no cierran y sangran todavía



El debate legislativo de estos días en España, ha demostrado la inviable pretensión de borrar el pasado que se esbozó con la transición a la democracia.
Luego de tres generaciones, las miles de víctimas del franquismo siguen clamando justicia y la restitución a sus familias de los más de treinta mil cadáveres desperdigados en fosas comunes por toda la península.




(Ilustración de la artista plástica Mónica Fasoli
de la tapa del libro Rebeliones
en el Fin del Mundo, del autor de esta nota.)







(Desde Madrid, por Bernardo Veksler). Siete décadas después del combate y treinta años después de la muerte de quien lideró la larga noche sufrida por España, el debate sobre ese doliente pasado renace con inusitada fuerza. El inicio del trámite parlamentario del proyecto del gobierno socialista es el elemento protagónico de esta polémica que permanece subyacente en la sociedad. Hasta tal punto, que, en muchos colegios secundarios, los jóvenes que le dan la espalda al presente, se enfrascan en largas discusiones y enfrentamientos por el significado de la Guerra Civil y el franquismo.
A diferencia de otros países, que sufrieron largas dictaduras y fueron derrocadas por la movilización popular o por la intervención militar extranjera, España tuvo una transición ordenada desde el riñón del mismo franquismo y consolidada por el Pacto de Moncloa, con la participación de todos los sectores políticos. Ese período fue puesto como un modelo ejemplar por infinidad de políticos y politólogos, pero ha dejado en evidencia, una vez más, las cuentas pendientes que han quedado sin saldar y que periódicamente se empeñan por salir a la luz.
Desde hace tiempo se viene hablando del proyecto que ahora inició su complicado recorrido parlamentario. Su elaboración demandó una gran cantidad de borradores y sobrellevar enormes dificultades para encontrar una versión final que pudiera compatibilizar las promesas electorales de José Luis Rodríguez Zapatero con lo “políticamente correcto”. El ecléctico resultado catapultó más divergencias que apoyos.
El Partido Popular lo cuestionó con el lenguaje típico de la derecha para estos casos: es un “intento de hacer oportunismo político con la historia” y de “reabrir heridas”. Para la izquierda la iniciativa se quedó a mitad de camino al no avanzar sobre la nulidad de los juicios franquistas. De esta manera, el PSOE debió tomar la medicina que tanto le encantaba suministrar al PP: quedar en soledad parlamentaria.
El proyecto se basa en proclamar la “injusticia de condenas, sanciones y cualquier otra forma de violencia personal producidas por razones políticas o ideológicas durante la Guerra Civil (1936-1939) o el franquismo (1939-1975)".
La posibilidad de que se habilitara la nulidad de las condenas del período dictatorial generó también debates en el Poder Judicial entre quienes consideraron inadmisible cualquier cuestionamiento a la seguridad jurídica y los que sostuvieron que durante la transición hubo “un olvido amnésico” y que es hora de pasar a un “olvido activo” desde “el reconocimiento expreso” de la existencia de juicios sumarísimos con la total falta de garantías. Pero, la iniciativa oficial se circunscribe sólo a la "reparación moral" de las víctimas del franquismo, resignándose a no avanzar sobre el terreno judicial.
Con respecto al monumental Valle de los Caídos, en los alrededores de Madrid, el proyecto contempla que deje de ser "escenario para la exaltación" del franquismo. Pero, no brinda respuesta al reclamo de que sea retirada del lugar la ostentosa tumba de Francisco Franco, que sea revertida esa desagradable imagen simbólica que posee, al haber sido construido por los presos de la dictadura, y sea convertido en un museo de la represión.
Los familiares de los mártires republicanos manifestaron su desacuerdo con el proyecto y cuestionaron abiertamente las compensaciones económicas como modalidad de reparación. En la iniciativa oficial se establece que todos los descendientes de las víctimas de la Guerra Civil podrán solicitar indemnizaciones y se destinan 26,4 millones de euros.
Simultáneamente al debate parlamentario y como expresión de descontento con el proyecto del PSOE, la Asociación por la Memoria Histórica efectuó una presentación judicial denunciando la existencia de 30 mil desaparecidos. Paradójicamente, Baltasar Garzón será el juez que tendrá a cargo la causa, justamente a quien se le cuestiona la dualidad de ser consecuente frente a dictadores del exterior y no utilizar la misma vara para juzgar lo ocurrido en España.

Sobre rastrojos de difuntos

Otro tema que genera controversias es la ubicación, apertura e identificación de los miles de cadáveres todavía insepultos. Los datos incompletos que se cuentan arrojan un total de 94.699 víctimas del campo republicano y otras sesenta mil del franquismo. Mientras estas cuentan cada una con su correspondiente sepultura, como una rémora de ese cruento pasado, los defensores de la República y luego opositores a la dictadura muertos y asesinados en un alto porcentaje no tienen tumba que los identifique.
La Asociación por la Recuperación de la Memoria considera que hacer un cálculo de la cantidad de asesinados que reposan en sepulcros colectivos es casi imposible. Con esa salvedad, a partir de algunos hallazgos, como la fosa común del cementerio de Gijón y la matanza de la plaza de toros de Badajoz, con más de tres mil cuerpos en cada una, la estimación de los desaparecidos superaría las 30 mil personas. Ya existen cientos de fosas que han sido denunciadas y documentadas.
Este trajinar de la APRM se vio fortalecido por la decisión de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa que aprobó, el pasado 17 de marzo, por unanimidad, una propuesta de condena internacional de las “graves y múltiples violaciones de Derechos Humanos cometidas en España por el régimen franquista, entre 1939 y 1975”.
A mediados del año pasado, Amnistía Internacional hizo público el informe “España: Poner fin al silencio y a la injusticia. La deuda pendiente con las víctimas de la Guerra Civil y del régimen franquista”, donde se sostenía que los crímenes contra la humanidad no pueden ser borrados por actos de perdón u olvido, que los derechos de las víctimas de abusos graves contra los derechos humanos deben reconocerse y que es necesario poner fin a la doble injusticia que se produce cuando un Estado que viola derechos humanos priva a determinadas víctimas o sus familiares de verdad, justicia y reparación.
AI también denunció el desastre de los archivos y los obstáculos de todo tipo que impiden a las víctimas acceder a sus derechos. En la mayoría de los casos, cuando se localiza una fosa común, no existen los medios económicos ni legales para recuperar e identificar los cadáveres. Aquí es donde reclaman la intervención del gobierno para dotar de medios técnicos y cobertura legal que permitan desarrollar con dignidad estos trabajos. El tiempo no pasa en vano, dado que las personas que vivieron aquellos hechos superan en la gran mayoría de casos los ochenta años. Y ellos son la única fuente de documentación existente sobre la localización de las fosas comunes.
La suma de reivindicaciones de los que sufrieron en sus familias el escarnio franquista se encuentra sin las respuestas esperadas.
En el documental “Siempre días azules”, emitido en estos días por la televisión pública, se narran las peripecias de dos ancianas por recuperar los cadáveres de sus familiares. Su memoria permitió que un grupo de antropólogos voluntarios detectara y abriera una fosa común en León. Su constancia logró que casi todos los ancianos del pueblo se acercaran al lugar esperando encontrar a sus seres queridos.
Durante los trabajos, en varias ocasiones las ancianas tuvieron ataques de llanto y desconsuelo por los recuerdos reprimidos durante tanto tiempo. Pero, en el momento en que se comenzaron a rescatar los cadáveres, las dos mujeres se abrazan y ríen felices. Tal vez, gran parte de los españoles sueñen también con ese momento, con reencontrarse con los suyos y poder recuperar la alegría.


Publicado en www.argenpress.com.ar 18-12-2006

Colleitarás a túa sementeira

Colleitarás a túa sementeira PDF Imprimir Correo-e
Bernardo Veksler   
05-09-2006
O drama da imigración africana a España. Europa sofre a consecuencia dun continente esnaquizado polas multinacionais.
[Traducido de ARGENPRESS.info por altermundo.org]
... Son pobres que non teñen nada de nada.
Non entendín moi ben
se nada que vender ou nada que perder,
pero polo que parece
ten vostede algunha cousa que lles pertence.
Joan Manuel Serrat
A afluencia de inmigrantes africanos a España non deixa de medrar, só no último mes os que pisaron terra hispana superaroncon moito aos que o fixeron durante todo 2005. Ata o 29 de agosto pasado arribaran ás illas Canarias 19.035 inmigrantes africanos, un promedio diario de 656 persoas. Son os que teñen éxito no seu obxectivo de acadar a ansiada "terra de promisión", decenas de miles dos seus colegas transitan por portos e praias buscando unha oportunidade para saltar a Europa ou quedan no camiño atravesando desertos, devorados polas alimañas ou engrosan os cadaleitos sen nome dos náufragos.
Na súa comparecencia no Congreso dos Deputados o ministro do Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, asegurou que 52.757 persoas foron repatriadas con destino preferencial a Marrocos, Alxeria, Malí, Nixeria, Senegal e Guinea Bissau. Informou tamén que a policía encargada deses menesteres pasou de 1.403 a 2.239 efectivos e que os acordos con Marrocos frustraron o intento de alcanzar costas españolas doutros catro mil africanos.
En poucos meses a presión trasladouse de Ceuta e Melilla cara a Mauritania primeiro e a Senegal despois. Onde, segundo unha denuncia das autoridades da Comunidade Canaria, existen unhas 15 mil embarcacións (caiucos) dispostas para emprender o cruzamento marítimo cara ao arquipélago.
Os redutos españois do norte africano foron acosados por miles de desesperados dispostos a desafiar aos machetes e fusís das forzas represivas hispano marroquíes que cobraron vítimas sen compaixón, ás púas coitelo e valados de seis metros de altura, co obxectivo de que un salto triunfal os deposite en territorio español.
Esta afluencia migratoria foi tolerada en primeira instancia polo totalitarismo marroquí como unha forma de chantaxear á Unión Europea. Unha vez que obtiveron as ansiadas prebendas desatouse unha salvaxe persecución e se chegou a abandonar no Sahara no máis cruel desamparo a centos de frustrados inmigrantes, sen que se conmovese la "sensibilidade" dos gobernantes europeos.
Así vanse desprazando os improvisados portos de partida sen que desaparezan as verdadeiras causas do fenómeno que medra a pasos axigantados: a formidábel presión expulsiva da sociedade africana que promove as vías máis patéticas e tráxicas de fuxida.
Percorrendo miles de quilómetros ata arribar á costa trampolín; investindo miles de euros de aforro familiar; saltando valados, muros ou alambradas de espiño; en fráxiles pateras ou caiucos; soportando vendavais, fame e amoreamento decenas de miles de mozos e mozas africanos propóñense vencer ao sen futuro e á morte.
Repiten as anónimas peripecias dos primeiros humanos que saíron do seu berce africano a poboar o mundo. A eles impulsábanos tamén a procura de mellores perspectivas, pero as causas eran moi distintas. Mentres eses homes primitivos eran empurrados por causas naturais, os emigrantes de hoxe son motorizados pola paradoxal conxunción das enormes riquezas existentes e o inescrupuloso desenfreo que xera a súa apropiación.
Unha negra historia
O primeiro baldeiramento a que foi sometido o continente foi o dos seus homes e mulleres para ser escravizados. Millóns deles foron cazados como animais, transportados en lixosas adegas e condenados a ser man de obra de balde para o aprovisionamento de materias primas americanas para a nacente industria. Cos recursos obtidos neste infame negocio construíronse os grandes camiño de ferro ingleses do Oeste e naceron industrias como a fábrica de lousas en Gales. O capital acumulado no comercio de manufacturas, escravos e azucre fixo de fogoneiro da Revolución Industrial.
Tempo despois, o reparto do mundo que procuraron as potencias europeas fixeron do continente africano un territorio de fecundo coloniaxe. En 1879 declarouse ao Congo como propiedade do rei de Bélxica grazas a unha matanza de millleiros de africanos. A partir de entón, case non quedou territorio que non fose colonia europea repetindo similares derramamentos de sangue nativa.
A poxa por apropiarse das súas abundantes riquezas foi persistente. Francia invadiu Alxeria, Tunisia e Marrocos e apropiouse de Mauritania, Níxer, Costa de Marfil e Africa Ecuatorial. Gran Bretaña fíxose con Exipto, Sudán, Kenya, Serra Leoa e Suráfrica. Alemaña con Camerún, Africa Oriental e do Suroeste Africano (dominios logo repartidos entre Francia e o Reino Unido). Italia quedouse con Libia, Eritrea e Somalia. Portugal con Angola, Mozambique e Guinea Bissau. España con parte de Marrocos, Sahara e Guinea.
A aspiradora capitalista non só extraía os cuantiosos recursos do continente senón que inducía aos conflitos étnicos para consolidar o seu hexemonía e expoliación, destruía as tradicionais economías autosuficentes e na súa imposición de fronteiras artificiais fraccionaba comunidades ancestrais. Así estalaron conflitos e fames grandes que asolaron coma nunca á rexión.
Madeira, caucho, marfil, ouro, diamantes, petróleo, gas, uranio foron e son as principais riquezas que xeraron contradictoriamente que millóns de africanos sexan condenados á miseria máis absoluta.
O proceso de liberación das colonias desenvolvido a mediados do século XX, a pesares do paso adiante que significou e das expectativas populares que xerou, non produciu cambios significativos nas condicións de vida da poboación, todo o contrario. A expoliación dos recursos continuou agora a través dos sutís mecanismos das relacións comerciais internacionais, os investimentos das multinacionais e os mecanismos crediticios dos organismos multilaterales.
Nese proceso incorpórase Estados Unidos ao escenario africano con intencións de tamén mollar o pan na caldeirada. Os hidrocarburos son o seu principal interese e así o afirma Walter Kansteiner –subsecretario de Estado para asuntos africanos– "O petróleo africano é de interese estratéxico nacional para nós e o será máis aínda no futuro" (The Time, 29-7-02). Angola, Sudán e o Congo son os principais produtores de petróleo, pero outros lugares do sufrido continente (Etiopía, Benín, Togo, Nixeria, Namibia) contan con importantes reservas que ratifican ao funcionario norteamericano.
Estas incursións europeas e norteamericanas provocan maiores rozamentos entre os sectores das burguesías nativas que se aferraban ao Estado como única posibilidade de gozar das frangullas que deixan os capitais estranxeiros, derivando en crueis enfrontamentos e prolongadas guerras civís onde se cruzan aliñamentos étnicos que incitan a rivalidades e matanzas. Costa de Marfil, Uganda, Congo, Nixeria, Etiopía (onde o descubrimento de reservas petroleiras produciu o desprazamento forzoso da etnia anuak, ocasionando miles de mortos e refuxiados) son algúns dos sitios mencionados esporadicamente nos medios de comunicación do mundo polos cruentos enfrontamentos froito de "incomprensíbeis" guerras de exterminio.
Aos enfrontamentos fraticidas sucédenlle sanguentas ditaduras que pretenden consolidarse no poder varrendo a todo vestixio opositor. Outro factor que distorsiona máis aínda a caótica situación é a incursión de "forzas pacificadoras" que interveñen para protexer os intereses das corporacións empresarias e aos seus aliados nativos.
Estes vencellamentos e intereses creados procrean unha corrupción xeralizada en todas as esferas do poder que non só prosperan coas porcentaxes que xenerosamente achegaban as corporacións empresarias senón que tamén se apropian das cuantiosas axudas humanitarias enviadas por organismos vencellados ás Nacións Unidas, por gobernos europeos e ONG.
Encheuse de pobres o recibidor
Os escuálidos debates que se desenvolven en Europa ante a magnitude do drama africano eluden as profundas causas do fenómeno migratorio mencionadas máis enriba. O vello continente tivo unha directa responsabilidade e protagonismo coa terra arrasada en que quedou convertida Africa. Durante séculos os africanos achegaron o seu sangue, os seus recursos e o seu traballo como ofrenda á prosperidade de Occidente. Os gobernantes europeos e norteamericanos pactaron e alentaron a ditadores e políticos corruptos co obxecto de calaren rebeldías e esmagar aos dirixentes comprometidos coas causas populares. Pouco importou a moralidade e o respecto polos dereitos humanos mentres os arcaces das súas ganancias estivesen ben abastecidas.
É tan contundente o desastre provocado que se chega a mencionar un Plan Marshall de parte das autoridades da Unión Europea, un Plan Africa de parte do goberno español e ata o primeiro ministro británico Tony Blair tivo unha súbita inquietude por axudar aos africanos que contou cun non menos abraiante apoio de George Bush.
Máis aló destes lumes de artificio, que evidencian a necesidade de recorrer a algunha argumentación máis solvente que a do garrote, as forzas desatadas non deixan de exercer presión sobre as fronteiras e como un poderoso torrente que desactiva os obstáculos que se erixen no seu camiño e atopa novas vías para persistir no intento.
Os que se deciden a emprender semellante periplo deixan por unha banda a unha sociedade que non lles ofrece expectativas de progreso e realización, pero tamén xeran un baldeiramento dos mellores expoñentes, os máis capacitados e emprendedores, dificultando as posibilidades dun desenvolvemento futuro.
Dispóñense a acceder aos suburbios da prosperidade, converterse en vendedores ambulantes nas cidades españolas, traballadores anduriña ou clandestinos xornaleiros a baixo custe; vivir en amoreados departamentos, en tendas de campaña ou en refuxios colectivos. Malia esta degradante realidade que os acolle constitúe unha mellor opción que as que ofrecen as miserábeis condicións de vida dos seus lugares de orixe.
Polo menos pisando terra europea teñen a posibilidade de soñar cun futuro mellor.•