01 abril 2010

También hubo una Tierra del Fuego rebelde


A partir de testimonios de viejos pobladores y algunas escasas referencias documentales, puede esbozarse que en esta isla hubo huelgas y movilizaciones de los peones rurales en simultaneidad con lo que ocurría en Santa Cruz.


En las primeras décadas del siglo XX, la Patagonia austral fue escenario de intensas confrontaciones sociales, e incluso se llegó a conformar una comuna obrera. Algunos historiadores no dudan en afirmar que en esta región se desarrolló el proceso más intenso y avanzado de organización sindical de la época en Latinoamérica. Osvaldo Bayer sacó a la luz las huelgas de los peones rurales de Santa Cruz y la respuesta de los poderosos traducida en la masacre de muchos de ellos. Historiadores y periodistas magallánicos divulgaron las acciones de los trabajadores del sur chileno y la trágica represión descargada sobre los asalariados que desafiaron el poder de los estancieros. De Tierra del Fuego no existieron muchos registros de lo sucedido en esos años, pero algunos indicios pintan los trazos gruesos de una historia oculta de esas luchas obreras.

Punta Arenas, capital de la Patagonia Austral
El descubrimiento de la conexión entre los océanos Pacífico y Atlántico, en el siglo XVI, incentivó el tránsito por las aguas magallánicas y las exploraciones de las zonas aledañas. Pero pasaron trescientos años hasta que se produjeran las primeras radicaciones europeas estables en la región.
En 1865 se estableció el contacto marítimo regular con Europa y a partir de esa fecha numerosas empresas internacionales se instalaron en Punta Arenas. Esta localidad, se convirtió en el lugar obligado de aprovisionamiento de leña, agua y alimentos para los numerosos navíos que navegaban entre el Atlántico y el Pacífico.
Las actividades se diversificaron y multiplicaron: aprovechamiento de las arenas auríferas, salvamento de náufragos y de cargas de buques en dificultades, caza de lobos marinos, extracción de cobre y carbón, explotación de madera y, finalmente, instalación de astilleros, bancos, casas comerciales y frigoríficos. Toda esa acumulación de capitales, fruto de tasas de ganancias muy altas, permitió que la ocupación de las praderas para la explotación ganadera estuviera solventada en ese proceso previo.
La necesidad de abastecer de materias primas a la industria textil británica y la experiencia exitosa de la implantación ovina en Malvinas abrió las compuertas para su explotación en la Patagonia. Al compás de los grandes centros económicos comenzó la invasión europea de la región. Se fundaron inmensas estancias, se llenaron las estepas patagónicas de millones de ovejas y, fruto de ello, se ejecutó un nuevo acto del genocidio indígena americano.
Punta Arenas se convierte en el centro económico que influía sobre toda la región. Desde allí, se gestaron las ocupaciones de las tierras fueguinas y santacruceñas como si fueran el patio trasero de la ciudad magallánica.
El portugués José Nogueira es quien alcanza primero una importante fortuna, luego se suman el ruso Elías Braun y el asturiano José Menéndez. En las últimas décadas del siglo XIX los nuevos ricos van estableciendo vínculos económicos y familiares para pasar a la posteridad como los Menéndez Behety.
“Las concentraciones se efectivizaron utilizando todos los caminos posibles, fundamentalmente mediante testaferros. Tanto la ubicación de los terrenos como las formas de tenencia fueron variadas; en este último caso, reunió tierras en propiedad, arrendamiento e incluso ocupación de hecho. El mismo Braun reconoce la formación de establecimientos, exclusivamente con ocupaciones de hecho, organizados de la siguiente manera: él aporta el capital destinado a la compra de hacienda y a la construcción de las instalaciones, el supuesto socio figura como titular de la empresa y se encarga de la explotación, en calidad de habilitado, situación que le permitirá, a los años, transformarse en socio”1.
Con esta metodología non sancta, estos grupos familiares alcanzaron extensiones inéditas de territorio en la región. Los Braun llegaron a acaparar 1.500.000 hectáreas sólo en Santa Cruz, además de las tierras que habían tomado posesión en Chubut, Tierra del Fuego y Magallanes. En Tierra del Fuego, la acumulación de tierras tuvo como exponentes al grupo Braun Menéndez con 815.000 hectáreas de las cuales 245.000 eran fiscales, Bridges y Reynolds con 120.000 que incluyen a 70.000 fiscales, y José Montes con 120.000 y 70.000 fiscales2.
En 1920, “Mauricio Braun, hijo de aquel Elías Braun, poseía en sociedad con su hermana Sara Braun la Sociedad Explotadora de Tierra del Fuego que llegó a disponer de 1.376.160 hectáreas (…) Las tierras arrendadas en la Tierra del Fuego sumaban 572.950 hectáreas. Es decir, 1.857.017, de las cuales 1.284.067 del dominio privado. (...) Pero Mauricio Braun no sólo poseía toda esa tierra sino mucho más. A principios de siglo ya era propietario de la Compañía Minera Cutter Cove, de explotación del cobre; del Banco de Chile y Argentina, con sucursales en las poblaciones portuarias santacruceñas: Río Gallegos, Santa Cruz y San Julián, y la casa matriz en Punta Arenas. De ahí pasa a la propiedad de los frigoríficos de la Sociedad South American Export Syndicate ltd., con planta en Río Seco, Punta Arenas y luego en Puerto Deseado y Río Grande, en la Argentina, y los de Puerto Sara, Puerto Bories y Puerto Natales, en Chile. Funda además la compañía de seguros La Austral, y participa de la compañía telefónica de San Julián, la compañía de electricidad de Punta Arenas y la usina eléctrica de Puerto Santa Cruz. Aparte poseía la curtiduría La Magallanes fábrica de calzados y la Sociedad Explotadora de Lavaderos de Oro”3.

La isla alambrada
Mientras se consumaba el aniquilamiento aborigen, la explotación agropecuaria se fue expandiendo hacia zonas hasta entonces vírgenes dentro de la isla. En 1905, la cantidad de cabezas ovinas alcanzaba el millón y medio. La evolución de la calidad y los rindes se manifiesta en la incorporación de la raza Lincoln (que ofrecía vellones de hasta seis kilos) y Corriedale (de la que se obtenía buenos rendimientos en carne y lana) ya en la primera década del siglo XX.
La modalidad productiva regional generaba tasas de ganancias notables pero no incentivaba la necesidad de atraer a la zona grandes contingentes humanos. “Debe notarse, a los efectos pobladores, que la cría de la oveja no exige una planta funcional humana muy numerosa, salvo en época de esquila. De ahí que el esfuerzo colonizador fuera sobrellevado por pocos, y una vez saturadas las necesidades ganaderas, industriales y comerciales de las estancias, sobrevinieron períodos de estancamiento poblador, transitoriamente modificados por afluencias golondrina atraídas por la esquilada”4.
La expansión de la explotación ovina y los buenos resultados obtenidos en la comercialización exterior produjeron una rápida acumulación primitiva de capital que fue generando la necesidad de inversiones aleatorias que canalizaran esos recursos económicos.
Así, en 1906, los Menéndez Behety instalaron la Grasería y Fábrica de Conservas con un costo de 50.000 libras esterlinas y faenaban diariamente unos mil quinientos animales5. Luego, en 1916, habilitaron el Frigorífico de Río Grande, que llegó a concentrar hasta ochocientos operarios en sus momentos de apogeo donde se procesaban carnes ovinas, producían conservas, extracto de carne y curtían cueros. En 1918, se concretó la primera exportación de carne congelada hacia Inglaterra.
La mano de obra debía contratarse en Buenos Aires o en Punta Arenas; y a los interesados debían ofrecerle condiciones de trabajo y sueldos atractivos para tentarlos a aventurarse en un lugar tan inhóspito. “El personal, ya sea peones, capataces o empleados, está alojado en confortables casas-habitación (...) Se han terminado en este año 1920, dos grandes y espaciosas casas destinadas una para alojamiento de peones (capacidad 200 hombres) y otra con destino exclusivo a comedores y cocina para 400 hombres, contando este edificio con una excelente panadería, servicios de drenaje, dormitorios para cocineros y mozos, estando sus pisos construidos de cemento armado e iluminado con luz eléctrica, y puede considerarse una construcción modelo en su género”6.
Por otro lado, el magnetismo de la prosperidad fue impulsando a nuevos contingentes de ganaderos que hicieron avanzar la frontera agropecuaria hacia el interior fueguino. Así, se incorporaron los medianos y pequeños estancieros que ocuparon nuevas tierras a partir de diversas normas que lo consintieron en forma casi irrestricta.
La región fue ocupada “por gente que ha nacido para obedecer y otros que se han hecho ricos porque son fuertes por naturaleza. Y allá, fuerte quiere decir casi siempre inescrupuloso. Pero es que tienen que ser así: la Patagonia es tierra de hombres fuertes. Allí la bondad es signo de debilidad. Y a los débiles los devora el viento, el alcohol o los otros hombres. Esos blancos que han ido a conquistar la Patagonia, así, con todos sus defectos, son pioneros. Allá llegaron, allá organizaron, se plantaron y allá comenzaron a cosechar la riqueza con el cucharón de la abundancia. El que se queda y aguanta y además no es flojo de sentimientos, se enriquece. Sin ayuda de nadie. Y por eso creen ser dueños de toda la región. ¡Guay de los que quieran quitarles lo que es suyo, lo que conquistaron luchando contra la naturaleza, la distancia, la soledad!”7.

Inmigrantes insumisos
La influencia alcanzada por Punta Arenas no tuvo sólo manifestaciones en el orden económico y empresarial, sino que también produjo una fenomenal influencia de la incipiente organización sindical y de las primeras expresiones de rebeldía y descontento de los asalariados.
La zona magallánica chilena recibió una afluencia notable de inmigrantes de origen europeo, quienes además de sus escasas pertenencias transportaban sus concepciones hacia sus nuevos destinos americanos.
A fines del siglo XIX, se vivía una continua inestabilidad política originada por las confrontaciones sociales. Las ideologías del movimiento obrero estaban en un constante crecimiento y prosperaban los debates que germinaron en diversas agrupaciones anarquistas y socialistas. El mutualismo fue una de las primeras manifestaciones del influjo europeo en la zona magallánica. En 1893, surgió en Punta Arenas la primera entidad mutual, luego se multiplicaron agrupando a inmigrantes por nacionalidad. También adoptaron un carácter de incipiente organización gremial, como las entidades que nuclearon a carpinteros, empleados de comercio, fogoneros y marineros8.
Los comienzos de la vida gremial reivindicativa en la zona magallánica fueron muy dinámicos. El historiador Marcelo Segall no dudó en calificarlos como “el más importante proceso de lucha social de América Latina”.
El 7 de abril de 1896 se produjo una de las primeras huelgas, “cuando los obreros que se dedicaban a la construcción de lanchas cisternas iniciaron un movimiento de tres o cuatro días solicitando un incremento de sus salarios de sus abonos diarios”9.
El 27 de diciembre de ese año se creó la Sociedad Obrera y tres meses después se convirtió en Unión Obrera y celebraba el 1º de mayo “a sólo 11 años de la tragedia de Chicago, con asistencia de gran número de sus miembros”10.
En diciembre de 1897 apareció El Obrero que fue editado como “órgano de la Unión Obrera y defensor de los intereses de la Clase Trabajadora”. Luego, surgieron organizaciones que tendieron a agrupar los distintos oficios existentes en la ciudad: los albañiles (1902), panaderos (1905), metalúrgicos (1905) y empleados de comercio. Poco después, se creó el Centro Social Unión Internacional de Obreros y Trabajadores (1909), la legendaria Federación Obrera de Magallanes (FOM) (1911) y el Centro de Resistencia Oficios Varios, con posturas mucho más radicalizadas11.
Los pioneros gremiales cuentan sus primeros pasos: “Se inició una activa propaganda de organización en las diversas regiones de Patagonia y Tierra del Fuego, captándose gran cantidad de socios por el malestar existente debido a las condiciones deplorables en que vivían los trabajadores”12.
La vida de los asalariados era muy penosa, en Bahía Inútil de la Sociedad Explotadora (Tierra del Fuego) se la describe de la siguiente manera: “Las habitaciones que esta estancia destina a sus trabajadores son los establos en que guardan los caballos durante el invierno; son ellas sucias, mal olientes, llenas de estiércol, sin forro por dentro y llenas de aberturas por donde se cuela el viento portador de bronquitis, pulmonías, constipados y otras enfermedades derivadas del cambio brusco de aire; el patio que rodea estas habitaciones, si es que pueda dárseles tal nombre, está lleno de lodo, estiércol y desperdicios de comida, que fermentan con los calores del verano haciendo en los días de calma, una atmósfera asfixiante difícil de respirar. (...) El trato que dan a los trabajadores los capataces y demás empleados superiores es autoritario, humillante, sobre todo para los chilenos a quienes quieren afrentar llamándoles chilotes, esto es, según ellos, indios; no hay en ellos el tono del jefe que manda sino del amo que ordena y a quien hay que obedecer sin replicar...”13.
La organización obrera tuvo particularidades interesantes. La FOM estaba dividida en cinco zonas; en cada una de ellas se nombraba un inspector viajero y en cada estancia un delegado obrero. Los delegados eran elegidos por los trabajadores y percibían un sueldo de la entidad gremial, su misión era hacer cumplir los contratos colectivos de trabajo por parte de patrones y obreros. Eran elegidos de entre los más preparados, cultos y de más recto comportamiento. En tanto, los inspectores viajeros vigilaban la conducta de los delegados en las estancias y daban cuenta a la FOM de las irregularidades que observaban tanto de obreros como de patrones14. Cabe consignar que la entidad no tomaba en cuenta los trazados fronterizos y consideraba como parte de su esfera de actuación a los trabajadores que se desempeñaban en la parte argentina de la isla Grande de Tierra del Fuego y en Santa Cruz.
En la segunda década del siglo XX, comienza a agitarse el campo gremial a partir de un inusitado crecimiento de los precios de los artículos de primera necesidad. En febrero de 1912, se llevó a cabo una concentración de protesta en cuya proclama se sostenía que “La burguesía nos sitia por hambre, mientras ella derrocha nuestro sudor en suntuosos festines. Es preferible a rendir la vida por la miseria, morir combatiendo a nuestros esplotadores (sic) capitalistas y a nuestros tiranos los gobernantes”. A pesar de que la FOM no concurrió al acto, los trabajadores se congregaron y decidieron la convocatoria a una huelga general. Cuatro días después el paro era casi total.
La detención de algunos sindicalistas exaltó mucho más los ánimos y llevó a la FOM a ponerse a la cabeza del movimiento. Luego de siete días de agitación se logró la fijación de precios máximos y concluyó la huelga.
A fin de ese año, comenzó a gestarse otra huelga de los peones rurales, que tuvo su primer acto en la poderosa estancia San Gregorio, luego se extendió a la estancia Meric y a otros establecimientos. La necesidad de difundir el movimiento huelguístico llevó a un grupo de delegados a dirigirse hacia Tierra del Fuego. “Desafiando el mal tiempo que reinaba esa noche, lograron poner pie en la playa de Porvenir en las primeras horas de la mañana del lunes (12 de diciembre), siguiendo luego viaje unos para Río del Oro, San Sebastián y Bahía Inútil llevando instrucciones para comunicarnos a los asociados de las estancias y las demás de la Tierra del Fuego chilena y argentina”15.
Unos días después la huelga era general y hasta el propio monseñor José Fagnano intercedió ante los dirigentes gremiales para que recapacitaran porque “la gente deseaba trabajar”. La respuesta gremial fue que estaba “desinformado” y lo instaron a que hablara ante la concurrencia. Luego “de dos horas de hablar con los huelguistas tuvo que retirarse con la convicción de que no volverían tan fácilmente al trabajo, mientras no se accediera a lo que habían pedido”16. La admisión por parte de los Braun de las demandas obreras allanó la solución del conflicto y el fin de la huelga.
En 1915, con el inicio del año se desenvolvió otro proceso huelguístico con centro en Puerto Bories. El gremio de los carniceros reaccionó airadamente ante el intento patronal de suplantar a algunos de ellos por otros traídos de Buenos Aires. La imposición de modalidades de trabajo no aceptadas, llevó a que dos obreros fueran apresados y trasladados a Punta Arenas. Luego se sumaron otros detenidos.
La reacción popular fue fulminante y en una movilización participaron unas tres mil personas exigiendo la liberación de los trabajadores. Al ceder los gobernantes a los reclamos, el proceso huelguístico se frenó.
A mediados de 1916, el movimiento gremial se reactivó nuevamente. En julio, se paralizó la actividad en la mina Loreto por la falta de pago puntual de los salarios. Luego de veinte días de lucha, arribaron a la firma de un convenio que satisfizo las demandas de los trabajadores; además del compromiso de pago del 1º al 3 de cada mes, obtuvieron un aumento salarial del 15%. Este triunfo de los mineros comenzó a incentivar los reclamos de obreros de otros gremios.
El 1º de diciembre de 1916, la FOM difundió un documento que generó inquietud entre los empresarios de toda la región: “Tened bien entendido, trabajadores, que en esta lucha, a la cual debéis aportar todo vuestro entusiasmo, toda vuestra fe, toda vuestra energía, se decidirá la suerte de los trabajadores (...) Los ganaderos tienen ya vendidos de antemano sus productos (lanas y carnes) a los mercados europeos, y si vosotros esquiladores y trabajadores les negáis vuestro trabajo ellos perderán sus ganancias. Esperamos que cada obrero sabrá cumplir con su deber”17.
El movimiento huelguístico se extendió rápidamente, lo que demostraba el grado de insatisfacción de los trabajadores. Se inició en todas las estancias de la costa y centro de la Patagonia, hasta Laguna Blanca.
Tres días después, estaba paralizada toda la región chilena de Última Esperanza. Los huelguistas se concentraron en Puerto Natales, los patagónicos marcharon hacia Punta Arenas. “Las estancias de la Tierra del Fuego chilena y argentina están de paro, los trabajadores se encuentran en Porvenir y otros han venido ya en los vaporcitos que han pasado por allí. Este movimiento de suspensión de trabajo ha sido simultáneo en toda la región y se ha llevado a cabo con el mayor orden y respeto a las autoridades y patrones”18. Una de las cuestiones que más indignaba a los trabajadores era que “el más grande de los ganaderos, don Mauricio Braun, ha encarecido la vida en general de la población en un 40%”19.
En el transcurso del prolongado conflicto, los trabajadores tuvieron que enfrentar a rompehuelgas traídos desde Buenos Aires y la intimidación ejercida por los efectivos uniformados que, además de reforzarse con tropas de otros lugares y asociarse con sus colegas argentinos para enfrentar el movimiento, se instalaron en las estancias para “resguardar el orden”.
La huelga se prolongó hasta el 18 de enero de 1917, donde se alcanzó un acuerdo formalizado a través de un convenio colectivo de trabajo y signó uno de los primeros grandes triunfos de las luchas obreras de la región.
Estos conflictos generaron la agitación suficiente para que la FOM promueva una campaña por la conquista de las ocho horas de trabajo. En ese marco, se produjo un allanamiento a la sede gremial y fueron detenidos tres de sus dirigentes, lo que acrecentaba el clima de tensión. Uno de los actos gremiales fue reprimido por efectivos de Carabineros y de la Marina que produjo la muerte del obrero Daniel Avendaño y otros siete heridos de gravedad. Esto agravó mucho más la situación y obligó a las autoridades a negociar con los gremialistas. Para allanar el camino, se liberó a los detenidos y en los primeros días de enero de 1919 se llegó a la firma del convenio que puso fin al conflicto.

La comuna de Puerto Natales
En enero de 1919, ocurrió uno de los primeros grandes enfrentamientos entre obreros y policías. Los trabajadores movilizados no sólo doblegaron a los uniformados, sino que ocuparon la ciudad de Puerto Natales.
A seis kilómetros de esa localidad se encuentra Puerto Bories; el frigorífico allí instalado, en 1914, propiedad de la Sociedad Explotadora de Tierra del Fuego, se convirtió en la más dinámica industria de la zona. En diciembre de l918, se decretó la huelga general de un millar de obreros en demanda de incremento de salarios. Se llegó a un acuerdo, pero la situación conflictiva no varió.
El 20 de enero, a partir de un reclamo de los maquinistas ferroviarios, se plegaron todos los trabajadores, quienes se reunieron en una asamblea masiva y aprobaron sus reivindicaciones: ocho horas de trabajo y reincorporación de veinte carpinteros que habían sido cesanteados, y la respuesta patronal debía estar formulada en 24 horas. Cuando los propietarios accedieron al reclamo, la asamblea obrera incorporó otras demandas como abaratamiento de los artículos de primera necesidad y de los alquileres.
En medio de los debates, se llegó a proponer el incendio de la sede de la empresa Braun y Blanchard, si no se recibía una respuesta definitiva en 24 horas. El representante de los empresarios terminó aceptando todos los reclamos. Se acordó una rebaja del 30% de los productos de consumo y del 40% de fletes y pasajes, entre otros puntos. Así, tres días después finalizó el conflicto en el Frigorífico Natales. Pero, en Puerto Bories, la situación se agravó. Una disputa entre un trabajador que reclamaba por el pago de su trabajo de pintura y el administrador inglés que se negaba a hacerlo, derivó en un tiroteo con el ejecutivo herido de gravedad.
El enfrentamiento duró seis horas y se fueron incorporando carabineros y el resto de los obreros, con un saldo de cuatro obreros y cuatro carabineros muertos y veintiún heridos. Cuando se enteraron en Puerto Natales, los obreros abandonaron sus tareas y fueron en busca de armas para cobrar venganza. Asaltaron la casa Braun y Blanchard para proveerse de armas y víveres para después incendiarla. Idéntica acción se desencadenó contra el cuartel de Policía y el Juzgado.
Efectivos de Carabineros e Infantería de Marina ocuparon posiciones en la ciudad y arribó el juez ordenando la detención de veintidós protagonistas de los sucesos.
La escalada de conflictos alarmó de manera inusual a las autoridades. El gobernador de Punta Arenas remitió a su colega de Santa Cruz un alerta: “Después de incendiar el establecimiento de Bories y media población de Natales, un ejército de 500 obreros armados y en actitud revolucionaria, se dirigían hacia las fronteras argentinas, camino de Gallegos, con el exclusivo objeto de llevar a cabo una revolución social en el expresado pueblo de Gallegos”20. Dejando en evidencia la estrecha colaboración existente entre las autoridades de los dos países con el fin de enfrentar las movilizaciones obreras.
Al decir de Luis Vitale, “los sucesos de Puerto Natales merecen especial consideración, porque los trabajadores, por primera vez en el siglo XX, fueron capaces de tomar el poder local durante varios días”21.

Masacre en la FOM
A pesar del desenlace del proceso anterior, las convulsiones sociales se prolongaron hasta los primeros años de la siguiente década. En 1920 se sucedieron conflictos en el gremio de mar y playa, mineros y en la isla Dawson.
La nueva oleada huelguística despertó la reacción de los poderosos, quienes aprovecharon un posible enfrentamiento bélico chileno-peruano para volcarse en contra de los reclamos obreros. El estado de crispación social generó intranquilidad entre los sindicalistas, quienes comenzaron a custodiar la sede de la FOM en prevención de posibles ataques.
El 25 de julio de 1920 los empresarios, funcionarios civiles y militares y sectores nacionalistas hicieron un acto y los oradores incentivaron el odio hacia los trabajadores arengando contra “el comunismo anárquico”. Dos días después, la polarización se traducía en un operativo cívico-militar contra la entidad.
En la madrugada, un numeroso piquete de policías, militares y civiles atacaron la sede sindical para arrasar con vidas y bienes. Según testimonios recogidos por Carlos Vega Delgado, unas sesenta personas desataron su furia contra ese símbolo de la lucha obrera. Uno de los objetivos era la destrucción de la imprenta obrera, que durante años permitió la comunicación, la concientización y la organización de los asalariados de la región.
Establecieron una “zona liberada” en las inmediaciones de la sede, cortaron el agua para impedir el combate del incendio, efectivos policiales obstaculizaron el accionar de los bomberos y los obligaron a retocar su informe. El diario El Magallanes durante cuatro días silenció estos trágicos sucesos.
El único periódico que informó sobre el atentado fue The Magellan Times, que hizo la siguiente descripción: “un poco antes de las tres de la madrugada, la ciudad entera fue alarmada por el estallido de descargas de rifle. Esto continuó en ráfagas y disparos por más de media hora, cuando el edificio de la Federación Obrera fue visto en llamas. El fuego se extendió rápidamente y para cuando la alarma de incendio fue dada, otra media hora después, el vecindario completo estaba iluminado como un mediodía”, el resultado fue “la más completa destrucción del local de la Federación Obrera, la sala del cinematógrafo, la imprenta y tres casas contiguas. (...) Parece que un gran cuerpo de hombres enmascarados atacó el local de la Federación con la idea de destruir la imprenta, a causa de los artículos anárquicos y antipatrióticos recientemente publicados en su periódico quincenal El Trabajo”.
Los trabajadores estaban esperando el ataque, “tenían una guardia armada de unos veinte hombres, preparados para recibir el asalto y la resistencia fue tan desesperada que la guardia sólo fue reducida cuando el edificio estalló en llamas. (..) Tres cadáveres carbonizados fueron recobrados de las ruinas (...) No se ha descubierto quienes y cuantos fueron los baleados, pero en la Cruz Roja se consigna que fueron atendidos catorce obreros”.
Luego del suceso “fue declarada una huelga general, pero todos los intentos por realizar una reunión pública, por parte de los huelguistas, fueron impedidos por (…) patrullas de policía montada (...) se cree que la mayoría de los líderes están arrestados”22. A pesar de esas condiciones, se pudo llevar a cabo una manifestación de unas 400 personas que repudiaron la barbarie.
El operativo antiobrero continuó con persecuciones contra los dirigentes gremiales. Por ejemplo, en una mina de la Compañía Menéndez Behety se intimó a los obreros que paralizaron sus actividades a que cesen la medida o serían expulsados. La patronal y la policía, con una “lista negra” en la mano, se dirigieron a las habitaciones de los trabajadores apuntados para retirarlos del lugar. Muchos obreros huyeron hacia el monte para evitar la “caza de brujas”.
Esta tragedia tuvo una investigación judicial inconsistente. En septiembre de 1921, el proceso fue cerrado por el procurador fiscal. En tanto el veredicto popular apuntaba a la cúpula policial y militar de la región como los responsables de los crímenes y a los grandes empresarios como sus inspiradores. La barbarie continuó con crímenes y desapariciones nunca esclarecidos, con el fin de terminar con el sindicalismo magallánico y generar pánico con el accionar policial y parapolicial.

La peonada rebelde
Estas confrontaciones obrero patronales permiten visualizar la influencia que tuvieron en los sucesos que se desencadenaron con posterioridad en Santa Cruz.
Desde el centro a la periferia, desde “La Perla del Sur” hacia los campos fueguinos y santacruceños, todo obstáculo fue derribado al paso de la obsesión por acaparar tierras. Los terratenientes llegaron antes que las instituciones estatales, por esa razón, impusieron “su ley” y sus condiciones inflexibles a los exponentes del poder central. Los delegados estatales se fueron convirtiendo en sus aliados, amigos y socios. Uno de los ejemplos más destacados fue el del gobernador Edelmiro Correa Falcón, quien al mismo tiempo fue nombrado secretario de la Sociedad Rural de Río Gallegos.
Su poderío se extendió hacia Buenos Aires, donde trasladaron más tarde sus casas matrices, y encontraron una “receptividad” especial en su juego de influencias, presiones y lobbies para legalizar sus posesiones, preservar sus negocios y mantener un dominio inexpugnable en la región patagónica -magallánica.
José María Borrero así describe este proceso: “En Buenos Aires nadie conoce bien el Territorio, a excepción de los Menéndez Behety que lo explotan. (…) Se sabe que el Territorio produce lana y nada más (...) El manipuleo y demás no ha llamado la atención del Gobierno, encantados sus hombres con saber que salen de Santa Cruz muchos millones de kilogramos de lana, vendida en Europa a precio de oro. (…)
Para los estancieros de Santa Cruz no existe, por lo tanto, otra ley que la que les marca su propio interés (...) El contrabando de mercaderías generales asume también proporciones increíbles. Se introduce y se exporta clandestinamente, al amparo de la falta absoluta de vigilancia y también de la misma ‘complicidad de la Policía del Territorio’.
(…) Si me he detenido en estos breves detalles sobre los contrabandos y la forma cómo proceden las sociedades anónimas de Santa Cruz, ha sido simplemente para que resalte la equivocación del gobierno al prestar a los que en realidad son ‘los verdaderos bandoleros del Sur’ su apoyo moral y material, que permitió las ‘masacres’ humanas de 1921, recuerdo que horroriza cada día más”23.
En el marco de semejante desproporción de fuerzas sociales se producen los primeros intentos de organización gremial y concreción de medidas de acción directa en pos de mejorar las condiciones de vida extremas de los peones rurales y del resto de los trabajadores de la región.
Para intentar superar tantos obstáculos y ofrecer resistencia a un poder casi absoluto, los trabajadores se dotaron de una dirigencia que predicaba mayoritariamente el ideario anarquista y que, basada en sus férreos principios y combatividad, afrontaba con apasionamiento y voluntad de sacrificio asombrosos esas dificultades.
Los triunfos sindicales fortalecieron a la organización obrera hasta un punto intolerable para los estancieros. En pos de recuperar el poder absoluto, masacrar a mil quinientos obreros fue sólo una anécdota para los dueños de la región.
En 1910 fue fundada la Federación Obrera de Río Gallegos (FORG). El primer movimiento huelguístico se produjo en la estancia “Mata Grande”, de Guillermo Patterson. El 15 de noviembre de 1914 llegó como delegado de la entidad el español Fernando Solano Palacios por las reiteradas denuncias y protestas de los hombres de campo. Se presentó a Patterson y le exigió que los obreros rurales no pagasen más la comida, que no se cobrasen los peines y cortantes que se destruían durante la esquila, y que el pago del médico fuera voluntario.
El estanciero no sólo rechazó la petición sino que trató de echar al dirigente de la FORG. Palacios resistió, se alojó con los peones y el día siguiente se declaró la huelga. Pero la Justicia actuó ante el pedido patronal y detuvo y procesó a los sindicalistas. Palacios fue condenado a un año de cárcel por propiciar la primera huelga de la región.
Pero el paro se extendió a todas las estancias de los alrededores de San Julián. “Las peonadas habían bajado hasta el puerto y allí se pasaban haraganeando a la espera que los patrones revienten y tengan que llamarlos porque se estaba en plena época de esquila”24.
Los estancieros contrataron esquiladores en Buenos Aires para sustituir a los huelguistas, pero al llegar al puerto fueron recibidos violentamente por los piquetes obreros. Los policías, que protegían a los desembarcados, recibieron más de cuarenta disparos. Luego iniciaron una persecución contra los activistas obreros que arrojó el saldo de 69 detenidos. De esta manera concluyó la primera experiencia huelguística. Si bien el resultado poco favorable, los movimientos huelguísticos se reiteraron en los años sucesivos.
En numerosas oportunidades las luchas magallánicas repercutieron entre los trabajadores santacruceños. Se desarrollaron reiteradas muestras de solidaridad que retroalimentaron los vínculos.
A pesar de que se agitaba la defensa de la soberanía territorial y que se utilizaba el fantasma de las apetencias de tierras de los gobernantes chilenos como una forma de distraer la atención de las luchas sociales, los funcionarios de ambos países dieron excesivas muestras de trabajo mancomunado, de tolerancia para que los uniformados atravesaran las fronteras para perseguir a los revoltosos y de casi un mando unificado para enfrentar “al peligro apátrida”.

Los peones se sublevan
En los comienzos de 1920 la situación se agravó notablemente. La colocación de lanas en el mercado mundial sufrió la caída de los precios y el abarrotamiento de la materia prima en los depósitos ingleses hizo más inflexible todavía la posición de los estancieros.
Por otro lado, los trabajadores habían avanzado en su organización y en su conciencia de que la lucha de clases era la única forma de mejorar sus condiciones de vida.
En junio de ese año, se produjo un movimiento huelguístico en la estancia “La Oriental” en reclamo de mejores condiciones de vivienda y de pago de los jornales. Con la colaboración de la policía chubutense, la huelga fue aplastada y sus dirigentes golpeados, encarcelados y enviados a Buenos Aires procesados por la Justicia; luego fueron expulsados por el gobierno radical por ser extranjeros.
Un mes después, se desató el conflicto en los sectores gastronómico y portuario, sólo los primeros salieron airosos de la huelga.
Los estancieros, con el gobernador a la cabeza, lanzaron una ofensiva sobre la entidad obrera. En momentos que se estaba desarrollando una asamblea, la policía allanó la sede y detuvo a una decena de dirigentes, entre ellos al español Antonio Soto. A pesar de la orden de liberación emanada de un juez, Correa Falcón la desoyó y se propuso aplastar al movimiento gremial. La reacción obrera no se hizo esperar. La huelga se extendió hacia el campo y numerosos contingentes de peones abandonaron sus tareas y marcharon hacia Río Gallegos.
En la ciudad, la policía se mantuvo activa persiguiendo y golpeando a los obreros rurales. En el allanamiento a una imprenta, fueron detenidos otros quince sindicalistas y la situación se agravó notablemente. Finalmente, el 1º de noviembre fueron liberados todos los detenidos. Pero esta confrontación fue el preludio de la huelga más grande de la Patagonia, que se estaba gestando.
La llegada a la ciudad de una gran cantidad de peones rurales, permitió a la conducción obrera organizar y adoctrinar a numerosos delegados obreros que retornaron hacia las estancias con la idea clara de organizar un nuevo movimiento por sus reivindicaciones25.
Una vez largada la huelga, numerosos peones iniciaron nuevamente su peregrinación hacia Río Gallegos. Al comienzo del conflicto, unos doscientos deambulaban por la ciudad; un par de semanas después, la cifra alcanzó a unos quinientos, generando una gran inquietud entre empresarios y autoridades.
Simultáneamente, surgió otro proceso movilizador en el campo, liderado por los apodados “68” y “Toscano”, Lorenzo Cárdenas, Bartolo Díaz y Florentino Cuello, que lograron paralizar todo el sur provincial; su método era tomar estancia por estancia, llevándose como rehenes a propietarios, administradores y capataces y engrosando sus filas con los peones que se sumaban masivamente al movimiento.
El fortalecimiento del proceso huelguístico fue impulsando a una mayor audacia obrera. Este contingente fue acaparando armas y municiones, frenó el intento de instalarse en las estancias de un nutrido contingente de rompehuelgas y se enfrentó a tiro limpio con efectivos policiales, poniéndolos en retirada con varias bajas.
Los policías, a medida que se agudizaba el conflicto, empleaban métodos represivos más salvajes.
Ante la campaña desplegada por los ruralistas en Buenos Aires, el presidente Hipólito Yrigoyen determinó el envío de un contingente del Batallón 10 de Caballería, comandado por el teniente coronel Héctor Benigno Varela. Casi simultáneamente con la llegada de las tropas, se produjo el relevo del gobernador. El nuevo funcionario intentó una mediación que finalmente alcanzó la resolución del conflicto y el inicio de la zafra lanera.
En el convenio firmado se concedió todo lo reclamado por los trabajadores y se aceptó que los actos violentos producidos por los huelguistas no fueron de su responsabilidad.
La finalización de este largo conflicto generaba entre los obreros la esperanza de que se iniciara un período de paz. En poco tiempo, se dieron cuenta de que estaban equivocados26.
La situación límite en que vivían los peones rurales se reflejaba en los puntos conquistados en el convenio, que podría haber cambiado notablemente sus condiciones de vida. El texto abolía una especie de cajones donde dormían a los que llamaban camarotes, imponía un tope de tres hombres por dormitorio de cuatro por cuatro, suministro de agua abundante, iluminación en las viviendas, una tarde por semana para lavar las ropas, tres platos de comida diarios, botiquín sanitario con leyendas en castellano, suspensión de las tareas a la intemperie con viento o lluvia, reconocimiento sindical y salario mínimo de cien pesos.

Genocidio sureño
A pesar de lo elemental de las reivindicaciones, los estancieros sólo las aceptaron temporalmente. Una vez saciada su necesidad, desconocieron lo que habían firmado y recurrieron a sus influencias en el poder para liquidar la fuerza de los trabajadores.
En febrero de 1921 la huelga recomenzó. El paro fue prácticamente total y el movimiento sindical conquistó la adhesión y solidaridad de la población urbana, que protegió a los activistas sindicales que fueron perseguidos por los efectivos militares y policiales.
Los enviados del presidente Yrigoyen intentaron negociar con los ganaderos, pero estos no cumplieron lo pactado y la huelga se generalizó. La agudización del conflicto fue empujando a los protagonistas hacia un camino de no retorno. Las reivindicaciones sindicales devinieron en consignas de enfrentamiento frontal al sistema, una rebelión que fue en ascenso tanto en sus demandas como en su metodología. Los reiterados incumplimientos de los poderosos, la conciencia de que mejorar sus paupérrimas condiciones de vida era posible y la fortaleza de su lucha, llevó a los trabajadores rurales a un enfrentamiento por el todo o nada.
La dinámica del movimiento fue utilizada como un ariete para presionar al gobierno radical para que pusiera fin a la huelga; Yrigoyen envió nuevamente al teniente coronel Varela al frente de un nutrido contingente de efectivos de caballería.
En agosto, una manifestación obrera fue atacada a balazos por agentes provocadores de los latifundistas, ocasionando decenas de víctimas. La reacción obrera fue decretar la huelga revolucionaria.
Las tropas del Ejército cercaron a los grupos obreros que habían ocupado los cascos de las estancias. Varela aprovechó la confianza que había conquistado en su anterior incursión, para avanzar en el exterminio de los dirigentes y activistas. También, jugaron en contra de los obreros las enormes distancias, el aislamiento y la incomunicación entre los contingentes gremiales. Esto fue muy bien aprovechado por el militar para aplastar al movimiento. Así, los huelguistas fueron aniquilados grupo a grupo.
Una vez que se rendían, los estancieros acompañaban a los uniformados para señalar a los más activos, que eran fusilados de inmediato. Las cifras del genocidio dan cuenta de un exterminio superior al millar de trabajadores. La población santacruceña sufrió un descenso de casi siete mil personas entre dos censos nacionales.
El balance oficial de esta barbarie nunca se conoció. Durante varias décadas se mantuvo en el más celoso ocultamiento. Sólo la investigación realizada por Osvaldo Bayer permitió sacar a la luz la magnitud de la represión militar, la matanza ocasionada y las complicidades entre los poderes económicos y los ocasionales gobernantes.

La movilización de los peones fueguinos
Las huelgas santacruceñas y magallánicas, a comienzos de la década de 1920, tuvieron algunas manifestaciones de menor intensidad en la parte argentina de Tierra del Fuego. Dada las similares características productivas y la proximidad geográfica, la conflictiva situación regional se reflejó de una forma proporcional en el poblamiento y desarrollo económico. En esa época, la isla no pasaba de ser una zona marginal dentro del rubro productivo predominante en la región.
Encontrar las constancias de esos movimientos reivindicativos no resultó sencillo, sólo algunas huellas permitieron concluir que Tierra del Fuego no estuvo aislada del drama que conmovió a la región.
Un primer indicio fue brindado por Lucas Bridges, quien relata la llegada a la estancia Viamonte de un contingente de activistas anarquistas que intentaban convencer a los peones para que se organicen y se sumen a las luchas gremiales, denunciando las enormes ganancias que obtenían a costa de sus sufrimientos. Los gremialistas hablaron en una asamblea ante “alrededor de ochenta peones, entre ellos cuarenta onas” fueron presionados por un colaborador de Bridges de apellido Arévalo, con antecedentes criminales, quien “se abalanzó de repente sobre el orador vociferando horribles amenazas y desafiándolo a pelear para destriparlo. Luego sacó su enrome cuchillo y le cruzó la cara de un planazo”, intimándoles a que abandonen el lugar, cosa que hicieron rápidamente, según Bridges27. Esta referencia, permite confirmar la presencia de militantes sindicales que trataban de sumar nuevos contingentes a sus organizaciones y a sus luchas.
Arnoldo Canclini señala de que el gobernador Fernández Valdés, entre 1915 y 1916, “se vio envuelto en la serie de problemas provocados por las huelgas de los peones”; y agrega que “para colmo de males, la agitación social del país repercutía en la capital fueguina, por la presencia de destacados líderes anarquistas en el presidio”28.
Según Juan Belza, el movimiento huelguista convocado por la FOM “alcanzó a los territorios argentinos de Santa Cruz y Tierra del Fuego, cuyos obreros eran en su mayoría chilenos”. Un día después el gobernador Fernández Valdés telegrafió al Ministerio del Interior un informe de la situación: “El comisario de Río Grande comunica que peones, frigoríficos y esquiladores de diversas estancias (...), suspendieron trabajos, mientras reciben instrucciones Federación Obrera Punta Arenas. Huelga es tranquila y según parece sólo adhesión a la declarada en otros parajes”29.
Al día siguiente el texto denota el agravamiento de la situación: “Huelga se generaliza en departamentos zona norte comenzando a forzar a obreros no afiliados. A pedido comisario Río Grande enviaré por vapor esperado mañana que Sociedad Menéndez Behety pone a mi disposición veinte gendarmes para auxiliar a personal aquellas comisarías donde sea necesario mantener el orden y hacer respetar libertad de trabajo. Calcúlanse en cerca de mil los obreros repartidos”30.
El 21 de enero de 1917 se firmó un convenio entre los obreros y patrones de Punta Arenas que superaba el estado de huelga que había agitado la zona magallánica. No obstante, la huelga en Río Grande se prolongó un mes más. En febrero el gobernador territorial comunicaba al poder central: “terminaba huelga sin novedad, dispongo regreso gendarmería destacada en Río Grande”. Belza advierte que “se preparaban las huelgas entre los trabajadores de las estancias del norte”31.

Atando recuerdos
Jorge Martinic Plastic, recuerda que en sus épocas de trabajador de estancia, “Un año antes que llegara yo, me contaba mi hermano, bajaba la gente de todas las estancias a la Primera (Argentina) a hacer asamblea, 1920, y había pedido que pararan y pidieron aumento de sueldo y no se quiso pagar nada, dijeron que nada, nada, nada... Entonces ellos perdieron como quince días, no pagaron sueldo, no pagaron nada. Obligado tenían trabajar en otra”32.
Sara Sutherland aporta sus recuerdos sobre esos acontecimientos, “el movimiento había empezado, habían movilizado. Yo era muy chiquita, tenía cuatro años y me acuerdo porque veía la desesperación de mamá y de la gente que había en casa... ¡Entonces vimos todos esos jinetes: un montón! De lejos se veían, en la Estancia Teresita en donde estaba mi padre como administrador. Llegaron hasta las casas y empezaron a dar vueltas... entraron y se empezaron a servir de todo lo que ellos querían. ¡Cargaban caballos cargueros con toda clase de cosas, eligiendo lo mejor! De allí se alejaron y se fueron a otras estancias de alrededor haciendo lo mismo. Si alguien les hubiera negado algo supongo que se hubieran puesto mal, pero con mi padre no pasó nada. Él les dejó sacar lo que quisieran y no sacaron demasiado tampoco, ni rompieron cosas, ni hicieron nada fuera de lugar”. Más adelante, afirma que “Los jefes venían del lado de Chile, de Punta Arenas, y preparaban la gente como si fuera una pequeña guerra. Pero antes de que ellos cumplieran con todos sus propósitos, llegó el aviso que la huelga había terminado” 33.
Rubén Maldonado, dirigente indigenista fueguino, hizo un relato a partir de referencias brindadas por sus mayores, en una ocasión “se juntaron más de 600 paisanos en el cabo Peña, de todas las estancias y se dirigieron a la estancia José Menéndez en reclamo de mejoras del sueldo y de otras cosas que pedían, que dormían en cuero, que le daban mala comida... En ese movimiento obrero entre 1921 y 1922, estuvo mi abuelo, que lo mandó Jorge Reynolls (administrador de la estancia Viamonte) como tropillero encargado de todos los caballos de esa estancia, de donde partió un grupo grande a la movilización”. La composición era muy mezclada, “había paisanos, muchos aborígenes, que vinieron a reclamar. Entonces el ejército venía también a reprimir a Tierra del Fuego y no alcanzó a llegar, porque el barco que los iba a traer tuvo un problema. Pero se cortó todo cuando se conoció la matanza en Santa Cruz, y cada gaucho volvió a su establecimiento rural”. Maldonado considera que a raíz de esas movilizaciones, el gobierno de Marcelo T. de Alvear decidió la creación de dos reservas aborígenes, la del lago Kami y la de Komo Suaike “para sacar a los indígenas de algunas estancias y de los centros poblados. Lo mismo pasó en Santa Cruz”34.
Emilia Susic de Bonifetti, antigua pobladora, ratificó y extendió el relato. Da precisiones sobre la fecha, ya que afirma que fue coincidente con la llegada de sus padres a Río Grande, “fue en el mes de noviembre de 1921”. Señala que fueron enviados gendarmes desde Río Gallegos a Ushuaia en prevención de conflictos obreros similares a los ocurridos en las estancias de Santa Cruz. Doña Emilia cuenta que sus padres se instalaron en El Tropezón, “en el lugar donde hay un puesto de (la estancia) María Behety. Ahí, mi padre tenía un almacén de ramos generales, planta baja y alta. A mi mamá todo le asombraba, recién llegada de Yugoslavia (...) Un día se sienta en la puerta del boliche mirando a la pampa, porque siente ruidos y el ruido que sentía era de muchos cascos de caballos... Mi mamá decía que era tanta la cantidad de caballos, que estaba sentada en la puerta de calle, miraba para la izquierda se perdía la gente de a caballo; hacia la derecha, hacia (la estancia) José Menéndez, no se alcanzaba a ver la punta de la columna, era impresionante la cantidad de huelguistas que venían”.
“Llegaron a José Menéndez -continúa-, entablaron conversaciones con el jefe de policía, y decidieron que lo iban a fusilar, lo pusieron en el palenque que estaba en el corral para amarrar a los animales ariscos. Lo estaban por ejecutar, cuando entra el comisario de Río Grande, Alejandro Lías Pol, que era español; éste, les dice: ‘bueno muchachos conversemos, qué es lo que quieren’. Los peones le dijeron que estaban cansados de trabajar y no tener las cosas que ellos necesitaban y que se proponían eliminar a las autoridades. Lías Pol quiso saber las demandas para ver si podía resolver algo. Los peones le contestaron: ‘carne, carne, papa nada; huelga, huelga, pues señor’. Parece ser que a la gente le daban carne y nada más. Los obreros pedían papa. La respuesta del comisario fue que se comprometía a hacer las gestiones ante las autoridades y que iban a tener una respuesta positiva, pero, les pidió, que no cometan un crimen”. Luego, agrega que “en la huelga del 21, no se cometió ningún hecho violento en la Tierra del Fuego argentina, aunque en la parte chilena sí hubo. En Santa Cruz fue una huelga bastante larga, fueron meses; acá no, llegó esa tanda de huelguistas que venían de San Sebastián, se armó ese lío, se resolvió la situación y de allí pegaron la vuelta”.
Con respecto a la existencia de caudillos obreros, responde: “yo sé que se conocían, pero yo no los conocí”, y agrega que “cuando se llega a un punto de disconformidad, como ocurrió con los obreros y no había eco, comunicación con el patrón, que a lo mejor ni lo conocían; eso produce a la larga un fermento, se empiezan a correr las voces, unos a otros trasmiten sus quejas y si hay alguno que oficia de cabecilla los incentiva para lograr los propósitos”35.
De esta manera, a partir de estas limitadas fuentes informativas, se puede confirmar la repercusión que tuvieron en la isla los intensos conflictos sociales que vivieron simultáneamente la provincia de Santa Cruz y la zona magallánica. Evidentemente, faltan muchas precisiones, pero esta acumulación de elementos coincidentes, de testimonios trasmitidos boca a boca, algunos recuerdos difusos y en parte contradictorios, permiten constatar que Tierra del Fuego no fue un hecho aislado en las confrontaciones sociales que se vivieron en las décadas de 1910 y 1920.



Notas
1. Barbería, Elsa Mabel: “Los dueños de la Patagonia Austral”. En Todo es Historia Nº 318, enero de 1994.
2. Expediente de Tierras 7018, citado por Juan Belza: En la Isla del Fuego. Tomo III. Publicación del Instituto de Investigaciones Históricas Tierra del Fuego. Buenos Aires, 1977. Pág. 147.
3. Bayer, Osvaldo: La Patagonia Rebelde. Los Bandoleros. Editorial Planeta. Buenos Aires, 1992. Pág. 26.
4. Belza, op.cit., pág. 16.
5. Memoria de 1910 de Fernández Valdez y Francisco Cubas. Citado por Belza, tomo III, página 54.
6. Raca, Juan Rodolfo. “El Frigorífico de Río Grande”. Revista Argentina Austral Nº 433. Publicación de la Sociedad Anónima Importadora y Exportadora de la Patagonia. Buenos Aires, 1968.
7. Bayer, op.cit. pág. 25.
8. Vega Delgado, Carlos: La masacre en la Federación Obrera de Magallanes. Punta Arenas, 1996. pág. 27.
9. Vega Delgado, op.cit. pág. 19.
10. Crónica de El Magallanes del 6 de mayo de 1897, citado por Vega Delgado, op.cit., pág. 20.
11. Vega Delgado, op.cit. pág. 19.
12. Vega Delgado, op.cit., pág. 34.
13. Iriarte, Gregorio, citado por Vega Delgado. Pág. 34.
14. Vega Delgado, op.cit. pág. 71.
15. Iriarte, Gregorio, citado por Vega Delgado, op. cit. Pág. 39.
16. Iriarte Gregorio. citado por Vega Delgado, op. cit. Pág. 40.
17. En El Magallanes 2 de diciembre de 1916. Citado por Vega Delgado, op. cit. Pág. 62.
18. En El Magallanes, 5 de diciembre de 1916. Citado por Vega Delgado, op. cit. Pág. 64.
19. En El Magallanes, 7 de diciembre de 1916. Citado por Vega Delgado, op. cit. Pág. 65.
20. Periódico El Trabajo, 2 de marzo de 1919. Citado por Vega Delgado, op. cit. Pág.133.
21. Vitale Luis. Interpretación marxista de la historia de Chile. Citado por Vega Delgado, op. cit. Pág.153.
22. En The Magellan Times, 28 de julio de 1920. Citado por Vega Delgado, op. cit. Pág. 223.
23. Borrero, José María: La Patagonia Trágica. Asesinatos, Piratería y Esclavitud. Zagier y Urruty publicaciones. Buenos Aires, 1989. Página 38.
24. Bayer, Osvaldo: La Patagonia Rebelde. Los Bandoleros. Editorial Planeta. Buenos Aires, 1992. Página 36.
25. Bayer, Osvaldo: La Patagonia Rebelde. Los Bandoleros. La Patagonia Rebelde. Los Bandoleros. Editorial Planeta. Buenos Aires, 1992. página.
26. Bayer, Osvaldo, op.cit. pág…
27. Bridges, Lucas. Citado por Belza, en el Tomo III, página 108.
28. Canclini, Arnoldo: Historia de Tierra del Fuego. Plus Ultra, Buenos Aires, 1981.
29. Belza, Juan. En la Isla del Fuego. Tomo III. Publicación del Instituto de Investigaciones Históricas Tierra del Fuego. Buenos Aires, 1977. Pág. 107.
30. Belza, op.cit. pág.107.
31. Belza, op.cit. pág. 107.
32. Gutiérrez, Oscar Domingo: “Testimonio” publicado en la revista Impactos. Punta Arenas, junio 1992.
33. Boy, María Luisa y Repetto, Elida. A Hacha, Cuña y Golpe. Recuerdos de pobladores de Río Grande. Tierra del Fuego. Editado por la Municipalidad de Río Grande, 1995. Pág. 162.
34. Testimonios emitidos por el autor en el programa “Bajo el Asfalto”, por Aire Libre FM, Río Grande, 2 de noviembre de 1996.
35. Testimonios emitidos por el autor en el programa “Bajo el Asfalto”, por Aire Libre FM. Río Grande, 2 de noviembre de 1996.

Publicado en Todo es Historia de marzo de 2010